Exhortación a las Iglesias


A las Iglesias de este mundo, a los cristianos y a todo aquel que busque la Verdad.

El tiempo apremia a la humanidad. Por ello es que os exhortamos con urgencia a considerar estas palabras en el espíritu de la verdadera comunión de los hermanos y hermanas en Cristo. No esperéis más por la Parusía si no habéis preparado antes el pesebre de vuestro corazón para recibir al Logos de Dios en su segunda venida. Porque mientras hacéis antesala para lo que juzgáis exterior y carnal, Cristo derrama abundantemente la santa tintura de su sangre sobre la vida entera, haciendo todas las cosas nuevas. Mas no os habéis percatado del hecho porque lo buscáis afuera.

Vosotros, los que sabéis del Último Día y que os afanáis por advertir a otros ¿no habéis notado que cada día es el postrero? Porque el Verbo de Dios ya ha venido otra vez pero no os habéis enterado, ocupados como estáis en las distracciones del dogma y la interpretación literal. Habéis sido engañados por Lucifer para recrear Babel en la tierra, disputándoos un duro pedazo de pan mientras la verdadera cena del Señor está servida. ¡Oh sectas y facciones! ¡Iglesias de Sodoma y Gomorra, de Sybaris y Babilonia! Os habéis distraído en el furor de la razón que discurre sobre los cuatro elementos y que no alcanza a realizar la promesa del Espíritu Santo. Pues lo que entendéis de boca de vuestros sacerdotes y pastores, de vuestros teólogos y de vuestros catecismos, no es más que la letra muerta de una fe viva. Habláis de Dios sin haberle experimentado, invocáis el nombre de Jesús sin haberle conocido.

¿Cómo podríamos transmitiros este mensaje sencillo y a la vez complejo? Sabed que Dios, El que Es por toda eternidad, fuera de Quien nada tiene existencia, es un perfume que debéis hacer propio, un sabor que debéis degustar con vuestro propio paladar, una experiencia en la que debéis ser muertos y aniquilados a vuestro propio yo. Hallaréis la Verdad tan solamente si la buscáis, porque al que clama, aún en medio del desierto, el Uno y Trino le responde presto. ¡Tocad para que os sea abierto! Preguntáis ¿dónde está la puerta? Está allí, ante vuestros ojos y en medio de vuestro pecho. Os diremos el secreto para que comprendáis si tenéis entendimiento. Si deseáis fervientemente hallar a Cristo y seguirle habéis de contemplar las Tres Perlas de la Sabiduría, la imagen y semejanza de Dios Padre en vuestra propia alma. Pero antes debéis rectificar la materia.

Nadie puede ver en un espejo sucio. En consecuencia, necesitáis limpiar y pulir vuestro espejo. Cuando el alma sea purificada por el fuego de la devoción y la santa piedad podrá reflejar con cristalina exactitud la Luz que os rodea por doquier y que proviene del Altísimo, centro de toda la naturaleza visible e invisible. Haced florecer la Rosa en el terrible madero de la Cruz. Cerrad herméticamente el vaso y operad vuestra Obra interior. La Iglesia es una, más no posee escaños, podios ni piedras. Sus campanas resuenan con un sonido inaudible y su sombra es la oscuridad que reside ahí dentro en donde no habéis tenido la ocurrencia de mirar con el ojo del corazón.

Ya se apresta a ser manifiesta la boda de la bendita Sophia de Dios. No os entrampéis en las fosas del historicismo literalista; no hagáis más política en los templos; no sigáis perpetuando la ignorancia en los sermones y ocultando el sentido interior de las Escrituras. Porque si abrís la puerta de la experiencia divina la Fe será renovada y ya no habrá vergüenza de testificar a Cristo como en nuestros días. Haced real en vosotros lo que solo habéis aprendido con el cadáver de la memoria. No somos ni seremos los únicos a quienes el Cristo se revela. Avivad la llama del Espíritu Santo sobre el crisol de vuestro corazón y hallaréis el misterio de la Vida Eterna realizando la promesa del Cordero de Dios. Morid a vosotros mismos para que resucitéis en la Gloria del luminoso cuerpo espiritual. Y recordad que Dios se hizo hombre para que el hombre se haga Dios.

Bendiciones en el nombre de Yehoshua ben Elohim.

El Teósofo Peregrino